Cernunnos, I

Al final sí que hizo huelga mi tren. En vez de salir a las 21.10h como estaba previsto, lo hizo pasadas las 12 de la madrugada. Nada mejor que comprobar los efectos de una huelga en las propias carnes para darse cuenta de que no es ninguna tontería y que puede joder mucho a mucha gente.

Los vagones de los trenes-hotel son un tanto claustrofóbicos. Tienen pasillos super-estrechos (una persona y no más) y los compartimentos son pequeños también. La gente del mío se quejaba de que no podía dormir con el traqueteo y los ruidos del aire acondicionado. Son unos quejicas; yo dormí perfectamente y volveré a repetir a pesar del apelotonamiento.

Al llegar a Monforte de Lemos me han venido a recoger Paris y Unnarr en una camioneta. Paris es uno de los chicos que vive en la casa y Unnarr el perro que también vive con nosotros, y tiene miedo de las visitas. A mí también me tiene miedo. La única forma de que se me acerque con confianza es poniéndome pienso en la mano. Por el interés te quiero Andrés.

Paris me ha dicho (y yo posteriormente he podido comprobar) que no hay cobertura de teléfono en la casa. No pasa nada. Incluso mejor, así ni tengo que preocuparme de si me llama alguien. ¡Desconexión total!

La casa está en medio de un valle a unos 30 minutos del pueblo de Monforte, bajando por un camino de tierra. Al llegar a la casa he conocido a Andru y a David. Andru es inglés, es la pareja de Paris y vive con él. David es un chico también voluntario como yo, de Lugo y ha estudiado magisterio musical. En la casa hay una guitarra española, un banjo y un acordeón, entre otros. También hay muchos juegos de mesa. Están los clásicos del Ticket to Ride (Viajeros al tren), Carcassone, Dixit… y muchos más.

Me han enseñado los alrededores de la casa. Hay muchísimas plantas de las que probablemente no me acuerde ni de la mitad. Hay orégano, patatas, soja, judías, manzanos, perales, acelgas, tomateras, pimenteras, coles, cilantro, perejil, quinoa, calabazas, calabacines, zanahorias, melones, menta… La mayoría están en la huerta, pero también hay algunas plantas creciendo de manera un poco más salvaje por la zona. También hay tres colmenas para extraer los preciados bienes que fabrican las abejas y polinizar plantas.

La casa está desconectada de la red eléctrica y de agua corriente. La poca electricidad que consumimos la obtenemos mediante pequeñas placas solares, y el agua de un manantial natural que almacenamos en depósitos. El baño es una letrina donde echamos serrín para reutilizar nuestros deshechos para hacer compost. Aquí te das cuenta de la cantidad de agua que malgastamos habitualmente con nuestros váteres de cisterna y agua potable. Más escalable, sí, pero mucho menos ecológico.

Después de comer, por la tarde, David y yo hemos ido a dar un paseo de reconocimiento por los alrededores. Como ambos tenemos la orientación en el culo y yo soy un cabezota que no quiere volver por el mismo camino por el que ha ido (da mala suerte), nos hemos perdido un poco. Al final hemos acabado yendo campo a través, tragándonos zarzas y cientos de ramas por el camino. He dejado señales claras en caminos y bifurcaciones para recordarlos en el caso de que volvamos en días posteriores. Después del paseo hemos echado junto con Paris una partidita al Ticket to Ride versión países nórdicos, con túneles y ferrys. Ha ganado Paris porque ha cumplido muchísimos objetivos.

David y yo dormimos en sendas yurtas muy cerca de la casa principal. Las yurtas son casas circulares que utilizaban los nómadas. La de David es muy grande y alberga la biblioteca familiar, que es francamente extensa. La mía es bastante más pequeña, pero aún así más que suficiente para dormir, leer y es cribir una persona. Ahora mismo estoy en ella, iluminado por la luz de dos velas. Parece mentira lo que se valora la luz del Sol cuando uno no tiene luz potente apretando un simple interruptor. Para llegar a la yurta las he pasado canutas con una linterna de manivela. Por la noche ahí fuera no se ve un pijo.

Me voy a dormir que es muy tarde y mañana hay cosas divertidas que hacer. Quizá vayamos a un pueblo abandonado a hora y media de nuestra casa. ¡Estoy contento!

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