Cernunnos, IV

Hay veces que se pierde la noción de la línea entre lo limpio y lo sucio. Hoy es el primer día que me ducho en cuatro que ya he estado aquí. Es como si el sudor se camuflase entre los olores de los árboles, la tierra, el pelo de perro… O quizá es más bien la pereza a una ducha de agua fría en medio de la maleza.

Parece que estamos en un campo de entrenamiento. Cada día nos levantamos antes. Ayer era a las nueve, hoy a las ocho y media y mañana será a las ocho seguro. Qué cruz. Y qué sueño.

Después del desayuno de porridge, nuestro trabajo matutino ha consistido en quitar tierra de detrás de la casa, por donde al parecer se filtra agua cuando llueve. Básicamente pico y pala a fondo. Como siempre, hay dificultades (si no, no sería un campo de entrenamiento), que en este caso eran dos. Primero, la zona para cavar era tan estrecha como el pasillo del tren-hotel de ida o más. Vamos, que sólo cabe una persona y doblada. Picar y usar la pala así es una desesperación porque no paras de chocarte con las paredes y te estorba todo. Y segundo, los cubos llenos de arena y rocas pesan mil demonios y había que llevarlos a volcar la arena a un montón del lateral de la casa, pasando por el angosto pasillito silvestre. Nuestros brazos crecen.

Para comer he hecho sopa de cebolla. El procedimiento es bien simple. Uno, freír cebolla en mantequilla en fuego muy lento hasta que se caramelice. Dos, hervir la cebolla caramelizada durante quince minutos en caldo de verduras. Servir con pan. Fácil, ¿no? ¡Pues está buenísima! Aliñar con sal, pimienta, pincante, especias, etc. al gusto.

Por la tarde he intentado leer la versión de “La crisis del capitalismo” de Marx del diario Público y me he quedado frito. No sé si porque era un tostón o porque hacía calor, o por las dos. No me he enterado de casi nada.

Suerte que han venido Paris y David a salvarme con la propuesta de echar arena de unas plantas de patatas a otras, proceso durante el cual hemos descubierto un buen montón de patatas blancas y rojas de tamaños inesperadamente grandes. Más tarde hemos hecho mermelada de endrinas, el fruto pegajoso.

No sé si al final publicaré todo esto *. Me va a dar pereza mil pasarlo a ordenador. Me tiraré tres horas en mi habitación de Barcelona. Pero si estás leyendo esto es que lo he conseguido. En pro de la vanidad y la ayuda al recuerdo a mi memoria de pez.

* He optado por publicar las cosas tal cual las escribí aunque en el futuro las cosas hayan cambiado, lo cual aclararé con notas en los casos necesarios.

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