Una asamblea no es un pasatiempo

[Actualización: consultar el artículo La tiranía de la falta de estructuras que transmite una idea en la misma línea que este artículo]

En gran parte de la sociedad las asambleas gozan de una considerable mala prensa. Reuniones en las que se desparrama sobre multitud de temas, acaban más tarde de lo que se pensaba, no se sabe bien qué se está votando y nadie toma responsabilidades sobre lo que se decide. No podemos tachar esta mala prensa exactamente de prejuicio, porque es verdad que muchas asambleas sufren estos y otros problemas, pero tampoco deberíamos pensar que estos problemas son intrínsecos de las asambleas y que es imposible eliminarlos o al menos paliarlos.

Es muy cierto que la horizontalidad de las asambleas plantea retos que en métodos de organización más jerárquicos no existen, pero también esta horizontalidad es precisamente, si la asamblea se desarrolla adecuadamente, la que las dota de una mayor riqueza y capacidad de tomar mejores decisiones con las que más gente está de acuerdo. Gran parte de los problemas organizativos que aparecen en las asambleas probablemente provienen del hecho de que vivimos en una sociedad apreciablemente jerarquizada, donde estamos acostumbrados a reuniones (formales) también jerarquizadas.

Es por eso que cuando se rompen las jerarquías explícitas nos vemos en la tesitura de pensar, ¿quién hace qué? ¿Quién tiene la responsabilidad de preparar la reunión? ¿Cuál es el sistema de decisión? Cuando las reglas no vienen dadas de fuera sino que tenemos que establecerlas nosotros mismos, nos podemos sentir abrumados y bloqueados.

Esto lleva muchas veces a que estas reglas y mecanismos no se establezcan y las asambleas se conviertan en algo totalmente informal, lo que genera la mala prensa ya mencionada. Es un grave error pensar que, por el hecho de que no exista una jerarquía y unas reglas marcadas de antemano, una asamblea ha de ser siempre informal y sin grandes preparaciones ni estructura.

Precisamente todo lo contrario. Para que una reunión en la que mucha gente no tiene claro cuál es su función y se quiere favorecer el intercambio de ideas y el acercamiento de posiciones, la preparación, la moderación y la formalización de esquemas de trabajo es fundamental. Normalmente la gente con más experiencia en reuniones asamblearias y/o más don de palabra es la que suele tomar la batuta y ayudar activamente con la organización, pero es importante que estas metodologías se desarrollen, aprendan y asuman por todo el grupo, favoreciendo la rotatividad (especialmente en el tema de moderación y preparación del orden del día).

Una pequeña ayuda
Desde estas líneas se podrían ofrecer multitud de pequeños consejos, pero para una introducción general se puede consultar, por ejemplo, el título (PDF gratuito) “Asambleas y reuniones – Metodologías de autoorganización” por Ana Rosa Lorenzo Vila y Miguel Martínez López y editado por Traficantes de Sueños en el 2001.

Esta guía se centra en tres niveles de objetivos. El primero, de eficacia: que se cumplan los objetivos para los que fue convocada la asamblea. El segundo, de participación democrática: que todas las opiniones y sugerencias sean escuchadas y no haya imposiciones ni coacciones. Y el tercero, de buen clima grupal: que las relaciones entre los miembros de la asamblea sean de cordialidad, cooperación y confianza.

Así, se desarrollan, entre otros, los temas de cómo preparar las asambleas -orden del día, duración de las sesiones, organización del espacio-, los diferentes tipos de opiniones -cada uno con sus técnicas propias-, los procesos de toma de decisiones consensuadas colectivas, el papel de la moderación -que muchas veces no se respeta o incluso no existe-, cómo desarrollar asambleas en colectivos numerosos -que normalmente requieren información y debate previo en grupos más pequeños y un esfuerzo especial en la preparación y moderación-, la toma de actas, mecanismos de resolución de conflictos y frustración dentro del grupo, técnicas de comunicación efectiva y métodos de auto-evaluación para conseguir una constante mejora.

A pesar de su relativa antigüedad (motivo por el cual no se trata el uso de nuevas tecnologías en la organización y difusión de información), el texto mantiene una vigencia más que notable. En multitud de ocasiones el lector se verá sorprendido al encontrarse reflejado en los ejemplos que se plantean. En resumen, una guía de muy recomendable lectura para todos los que participan asiduamente en asambleas, tanto si tienen amplia experiencia previa como si no.

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